miércoles, 9 de julio de 2008

Caridad y Trabajo Social: ¿Lo que nos mueve a actuar?

La Caridad Una Virtud Humana.
La Virtud, según Aristóteles es “la disposición voluntaria adquirida (hábito) dirigida por la razón y que consiste en el término medio entre dos vicios"[1]. Es una cualidad que posee el ser humano, para actuar de manera en la cual se hará un bien. La Caridad definida como el amor desinteresado hacia un otro; en el sentido de la definición de Aristóteles, es el plano medio, entre la indiferencia y el asistencialismo. Por ello, la Caridad o el Amor, el cual se siente en el interior del Hombre, considerado como el más noble sentimiento, no es sólo algo con lo cual pueda quedarse el sujeto que lo siente, sino que, necesariamente lo mueve, lo expresa y lo lleva al plano de sus relaciones con los demás, en cuanto a su relación con el prójimo. Es inevitable llevar este amor hacia aquel que tengo al frente, mediante acciones que denoten este, mi Amor. Es así como Simone de Beauvoir dice: “no se es prójimo de nadie, se hace de otro mediante un acto”[2].
El acto en el Trabajo Social es la Intervención y esta tiene un objetivo, un horizonte de transformación dentro del mismo trabajador social. Pero la Caridad ha sido vista en torno a la disciplina, como una reproducción de la condición de carencia, como un asistencialismo, el cual es una política pública o privada (ONG) dirigida hacia personas carentes, donde las criticas van dirigidas al no cambio de su condición.
Pero todo aquello no es más que un error de concepto, una manera de ver, a modo medieval, y no como la caridad ha movido, realmente, a cambiar la condición y restaurar la dignidad del sujeto; de nuestros semejantes. Y como desde allí se origina nuestra disciplina y en ello ver el verdadero sentido de la Caridad en el Trabajo Social y qué es, lo que nos mueve a intervenir ante una condición de carencia.
La Caridad en la Acción: por el Hombre y para el Hombre.
Etimológicamente, Caridad viene del latín Caritas, que hace referencia a rostro, a verme reflejado en el otro. En el sentido cristiano, de esta virtud, según el catecismo católico es: “amar a Dios sobre todas las cosas […] y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.”[3] Similar al concepto de Filantropía, el de Caridad va en el sentido de amor y el respeto por la humanidad del otro.
Muchas veces la Caridad ha sido vista como asistencialismo, la solución parche a necesidades contingentes, y se le exige por ello al Trabajo Social “no dar el pescado, sino enseñar a pescar.” Pero aquello solo es un prejuicio. Hay situaciones que realmente ameritan de una asistencia pronta, a modo de política pública y esta por ser masiva o dirigida a una clase pobre, no necesariamente tiene que ver con aquel asistencialismo, ya señalado. La asistencia es una posible entrada a la Intervención; es una de las maneras de conocer también, la realidad cara a cara, del necesitado e ir en búsqueda de la dignidad, que como ser humano posee el sujeto, que designo como mi prójimo y que busco restaurar mediante el simple acto de asistir en su auxilio. Si así no fuese muchas obras de enfoque social no tendrían sentido, como ciertas organizaciones sociales de voluntariado, ya sea desde un enfoque de ayuda material, de salud y hasta de ayuda espiritual. Esto ayuda bastante a Intervenir, pues acoger a la sociedad e ir en busca de la integración de los menos favorecidos y hacerlos sentir parte de nosotros es algo que también busca el Trabajo Social cuando interviene. En este sentido cabe ver el origen del Trabajo Social como una “obra caritativa” y por ello desde cuando el hombre es capaz de intervenir en una situación de carencia:
La Caridad, en la época Medieval, era altamente influenciada por la religión cristiana (Teocentrismo); determinaba al caritativo(a), de la época, a actuar en función de aquello. En esta época el pobre es el rostro de Dios, por ello ayudarle, es estar cerca de Dios. La pobreza era un modo en el cual el mismo pobre se salvaba y ayudaba, a su vez, al rico a salvarse; una frase que resume el pensamiento de la época es: “los ricos fueron hechos para la salvación de los pobres y los pobres para la salvación de los ricos”[4]. Siguiendo esta línea, el pobre era necesario para el rico, éste último necesitaba desprenderse de sus bienes para entrar en el Reino, y el rico para el pobre para su mantención. Por esa razón la transformación de la condición de pobreza era imposibilitada.

Ya a fines de la Edad Media y comienzos de la era Renacentista; la concepción de pobreza se había roto por motivos, tanto económicos como político-religiosos,[5] De la concepción medieval de ver al pobre y sus padecimientos. Se pasa a ver la condición de este, como un destino cruel. El pobre no lo es ya, porque Dios así lo quiera, sino porque, o no trabaja - es pícaro[6] -, o no puede trabajar. En este instante se ve necesario, para un ser que es caritativo cambiar, intervenir, modificar la condición del necesitado. En este sentido el español, valenciano, Juan Luís Vives movido por sus ideales cristianos, y sobretodo humanistas, considerará:

“El valor de los pobres - para la sociedad - y la necesidad de ayudarlos, así como de los lisiados e inválidos, para quienes solicitaba una educación especial, con lo que ofrecía una solución a la enorme cantidad de ciegos, sordos y mudos que pululaban por las ciudades mendigando el sustento. Reclamaba también una atención preferente para los niños pobres y para los que tenían alguna tara. Sostenía la necesidad de crear hospitales y casas de expósitos para acoger a los niños abandonados, atenderlos y criarlos hasta su ingreso a la escuela.”[7]
Vives sostiene el valor y el potencial del pobre para la sociedad, y como esta tiene que proporcionarle herramientas para su autodeterminación. El ayudarle a dejar su condición, le devuelve la dignidad perdida, en la lógica del: “el Trabajo dignifica”
Siguiendo la línea de Vives, el religioso San Vicente de Paúl, junto con la también religiosa Luisa Marillac, fundan en 1633 las “Hijas de La Caridad”. La misión de esta congregación es asistir a enfermos y a gente de escasos recursos, en los hospitales y en sus propios domicilios. En este proceso las asistentes, todas religiosas, se les asignaba un determinado número de familias en las cuáles debían frecuentar para cubrir sus necesidades tanto físicas como espirituales. Para ello, Vicente de Paúl, regulariza y normaliza las actividades de ayuda para evitar el auxilio indiscriminado[8] que no generaría más que una dependencia de la ayuda, pues la Caridad, a su modo de ver es transformar la condición del pobre. Tanto Vives, como Vicente de Paúl y Luisa Marillac son considerados como precursores del Trabajo Social[9].
Desde las épocas de Vives, Vicente de Paúl y Luisa Marillac; hasta que el Trabajo Social se establece como profesión alrededor de la época de la Revolución Industrial, muchas críticas se han hecho en torno a la Caridad. Muchos han tratado de diferenciar la disciplina del Trabajo Social, de esta virtud, dándole a esta, un sentido de asistencialismo, quizás negando sus orígenes cristianos, pero no por ello significará que la obra caritativa sea ineficiente.
En ese sentido Teresa Matus, en su propuesta de un Trabajo Social Contemporáneo, hace énfasis, en cuanto a la intervención, desde el punto de vista del sujeto trabajador social, el cual es su enfoque ético valórico siendo éste unos de los cuatro fundamentos para una Intervención Fundada en los enfoques Conceptuales, Epistemológicos, Contextuales y Ético-Valóricos, este último el cual tiene en él, un horizonte de transformación, el que va a determinar los objetivos de la misma intervención, es decir hacia a donde apunta la intervención en el mismo trabajador social. Ello queda demostrado cuando para alguien que busca la Justicia; la Caridad no es la mantención de las condiciones, Alberto Hurtado s.j. dirá en este sentido: la verdadera caridad comienza donde termina la justicia[10]. La Caridad, por ello, es un acto de compromiso por amor hacia otro que necesita por estar en una condición de injusticia; y el restaurar la dignidad perdida hacia el otro, nos hace ser prójimo en el acto, como lo dice Simone de Beauvoir, en cuanto a que, cuando Cristo, pone como ejemplo, al buen samaritano, este se hace prójimo del necesitado, al actuar, dándole asistencia[11]. La intervención es la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de un sujeto carente, este es el campo de acción del Trabajo Social[12], bastante similar al de un sujeto caritativo que busca aliviar las necesidades de un prójimo que le necesita.

El Objeto de la Caridad: La búsqueda del bien del otro
El Concepto de Caridad que planteamos, dice relación en cambiar, la situación de carencia del sujeto porque también aquello me afecta a mí; porque amo, y lo que amo me compromete a la acción[13].

Esto nos deja un reto de mirar el Trabajo Social, ya no sólo como algo en tensión, entre teoría y praxis, sino, algo que también viene desde el propio sujeto trabajador social, que mira la realidad con sus propios ojos y que desde ahí interviene para transformar. Por ello, nuestros valores influyen directamente en nuestro quehacer, solo desde ahí es posible la acción interventora y los resultados que esta tenga. Hacer de esta, una disciplina, con su propia identidad hace sentido también el origen de la intervención, en la Caridad, dentro del mismo sujeto, trabajador social, que busca la Justicia para el hombre que necesita, por estar en compromiso con él y su situación de necesidad.
La Caridad no solo en el ámbito cristiano, sino también en su búsqueda de justicia para con el prójimo, nos hace sentido, y da el pie para decir que es lo que realmente queremos lograr en la intervención
Andrés Gómez Orellana.





Citas:

[1] Aristóteles en Filosofía Griega, Aristóteles; http://www. http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiagriega/Aristoteles/VirtudMoral.htm

[2] De Beauvoir, Simone; ¿Para qué la Acción? Ediciones Siglo Veinte; Bs. As. 1965 Pág. 19

[3] Caridad en Iglesia Católica; Catecismo de la Iglesia Católica. Las Virtudes Teologales. http://www.vatican.va/archive/ESL0022/__P67.HTM; 09/junio/2008; Librería Editrice; Vaticano.

[4] Gueriéch, Aron; Las Categorías de La Cultura Medieval; Editorial Taurus; Madrid; 1990. Pág. 296

[5] Clase Introducción al Trabajo Social; Prof. Alejandra González & Bernabé Ortiz; UAH 2008

[6] Ibíd.

[7] Fernández G, Tomás & Alemán B, Carmen; Introducción al Trabajo Social; Alianza Editorial; Madrid; 2003; Pág. 63

[8] Ibíd. Pág. 68

[9] Clase de Introducción al Trabajo Social, Prof. Alejandra González & Bernabé Ortiz; UAH 2008

[10] Hurtado; Alberto SJ; en Escritos de San Alberto Hurtado, Moral Social; Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago; 2007,

[11] De Beauvoir, Simone: op. cit. Pág. 18

[12] Matus Sepúlveda, Teresa; Propuestas Contemporáneas en Trabajo Social; Editorial Espacio; 1999 Pág. 35

[13] De Beauvoir, Simone: op. cit. Pág. 20


  • BIBLIOGRAFIA:

    Alberto Hurtado C., San en Escritos de San Alberto Hurtado; Acción Social, Moral Social; Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago; 2007

    Aristóteles en Filosofía Griega: Aristóteles; http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiagriega/Aristoteles/VirtudMoral.htm

    Cátedra de Introducción al Trabajo Social; Prof. Alejandra González & Bernabé Ortiz; U. Alberto Hurtado. 2008.

    De Beauvoir, Simone; ¿Para qué la Acción?; Ediciones Siglo Veinte; Bs. As. 1965

    Fernández G, Tomás & Alemán B, Carmen; Introducción al Trabajo Social; Alianza Editorial; Madrid; 2003

    Gueriéch, Aron; Las Categorías de La Cultura Medieval; Editorial Taurus; Madrid; 1990.

    Iglesia Católica; Catecismo de la Iglesia Católica. Las Virtudes Teologales. http://www.vatican.va/archive/ESL0022/__P67.HTM; Librería Editrice; Vaticano.
    Matus Sepúlveda, Teresa; Propuestas contemporáneas en Trabajo social: hacia una intervención polifónica. Editorial Espacio. Bs. As. 1999

jueves, 3 de julio de 2008

La Tecnología: ¿un avance para quién?

Andrés E. Gómez Orellana.[1]


Este ensayo tiene la intención de manifestar, el desafío que tiene el Hombre de hoy, frente a la integración de todos sus semejantes en el proceso de Globalización, tanto al conocimiento intelectual, como a avances en el ámbito científico, como las comunicaciones, la medicina, entre otras. Para ello nos adentraremos en el escrito La Odisea del Siglo que Viene, del filósofo estadounidense, Richard Rorty, en el Diario El Clarín de Argentina en 1999. El cual nos propone el desafío de buscar las formas, de que estos avances, lleguen a todos; cuando estos, sólo logran beneficiar a los que ya tienen.

* Palabras Claves: Tecnología, Desafío, Progreso, Humanidad.

Siguiendo en esta línea, cuando el autor, habla que muchos de los logros tecnológicos, que como sociedad globalizada, hemos conseguido; hace énfasis en como, los avances de la tecnología, durante la época del siglo XX, no han llegado a todos, y el reto que se impone para el nuevo siglo que viene:

“Nos hablan de computadoras más veloces, más inteligentes y más económicas, de nuevos tratamientos médicos que prolongan la vida, como la terapia genética, de aviones más supersónicos, de pantallas de televisión más brillantes y más delgadas. Meditar sobre esta clase de proyecciones es restringir la consideración a esa fracción de la población mundial que ya vive confortablemente e imaginar que vivirá en condiciones aún mejores.”[2]

Cuando el progreso, se hace patente en la cantidad de aparatos de comunicación que nos interconectan, como el computador, que por medio del Internet con un solo clic, la información nos está disponible, donde estos aparatos se renuevan después de un corto tiempo, y luego en esos mismos, se puede ver, como niños en Medio Oriente, África o Latinoamérica, sufren por la guerra, el hambre, enfermedades o la pobreza extrema; queda en cuestión que es lo que realmente ha progresado:

“Nadie pronosticó un panorama factible según el cual, en el año 2100, un chico nacido en Bahía o Kinshasa tendrá las mismas posibilidades que un chico nacido en Munich o San Francisco. Nadie prevé el día en que tengan igual acceso a las computadoras cuando vayan a la escuela. Nadie imagina que si uno vive en Zimbabwe y tiene el virus del SIDA alguna vez reciba el tratamiento que un ingeniero de Helsinki con la misma enfermedad”[3]

Todo aquello no hace ver un reto, que nos imponen estos avances, nos dirige a, cuestionar estos, y hacia qué o quienes van realmente dirigidos: la Humanidad. Parte de estos desafíos se cumplen para otros fines, como económicos y/o estadísticos, hacen de este acceso a la tecnología nada más, que mayor beneficio para aquellos, que ya, lo poseen. Muchas tecnologías tanto en el ámbito de la medicina, las comunicaciones, la mecánica, y otros como el campo de la industria militar, las cuales producen miles de millones de dólares al año, con los cuales serían capaces de alimentar, dar cuidado y asistencia médica a todos los niños de África. Sólo crean beneficios para países ya desarrollados, que buscan mantener su poderío, avanzando en tecnología. En resumen, el cuestionamiento es hacia donde va dirigido, el progreso tecnológico.

La necesidad de ellos no queda en el acceso a la información, “en una mejor pantalla LSD”, sino que en la asistencia de las tecnologías en torno a las medicina, alimentación y educación que puedan suministrárseles. “Lejos de homogeneizar la condición humana la anulación tecnológica de las distancias y los tiempos – de la información – tiende a polarizarlas”[4]. Pues a modo de ejemplo, la mayoría de los que nazcan en el próximo siglo nunca usarán una computadora ni serán tratados en hospitales ni viajarán en avión. Tendrán suerte si aprenden a usar el lápiz y el papel, y mucha más si les suministra una medicina un poco más costosa que una aspirina[5]. Es por ello que la tecnología no tiene un real grado de desarrollo humano, cuando no hemos solucionado aún, problemas como el hambre, las enfermedades, como el SIDA, que no todos pueden costear su tratamiento, y existiendo estos avances, como estos no son capaces de llegar a todos.

El como hacerlos llegar es el desafió que tiene una comunidad globalizada, pues la tecnología apunta al progreso humano. Aquel es el reto que impera en el desarrollo; el verdadero desarrollo tecnológico que buscamos es el progreso de la humanidad. Cuando hoy en día la Globalización nos anima a unirnos en torno a una comunidad mediante el uso de tecnologías, pero esta comunidad, se vuelve excluyente. “Los procesos globalizadores incluyen una separación, segregación y marginación social progresiva”[6]. No se pueden integrar a gentes que no usen estas tecnologías, ya sea porque no tienen el acceso, su condición social se lo impide de alguna forma o no es su necesidad el acceder a estas. Es necesario establecer prioridades a la hora del desarrollo que queremos y por ello hacer de estos una forma, de que nuestros ideales, de una mejor humanidad, nos lleven a lograrlo.

Entra también, el cuestionarse, si es verdaderamente lícito, hablar de progreso, cuando un niño de África muere de hambre, y desarrollamos las mejores comodidades para un auto de ultima generación o cuando se inventa la cura para algún mal y éste no es capaz de ir en auxilio para lo que fue hecho, porque el paciente, que sufre del mal, no tiene los recursos para su acceso. El verdadero progreso humano hace relación con la inclusión de todos a la tecnología, pero esta tiene que ir acorde a las necesidades de quienes va dirigida. Al niño de África no se le dará un computador para alimentarse y al paciente no se le dará una cámara digital de última generación.

El acceso a que damos cuenta hace relación a las verdaderas tecnologías que si incluyen a los más necesitados. Quizás en un contexto social donde el hambre deje de ser un problema, el acceso a la información sea necesario para una mejora en la educación, pero mientras no se resuelvan necesidades, del tipo básicas, estas no tienen sentido para un progreso, que llamamos humano. Necesitamos, ciertamente, un avance tecnológico, pero también necesitamos uno humano.

Cuando el siglo pasado los estados competían, por el desarrollo de tecnologías, en cuanto a la producción de armas. El desarrollo de estas se hizo patente en la destrucción, que el ser humano, es capaz de efectuar.
Durante la Segunda Guerra Mundial en los campos de Concentración, de la Alemania nazi, son masacrados miles seres humanos, judíos, gitanos y de otras razas; por medio de cámaras de gases, en las cuales científicos; inventan tecnologías para asesinar, lo mas efectivamente y a la mayor cantidad de gente posible, para así lograr los anhelos de su ideología, dejando de lado patentemente los valores humanos que inspiraron la investigación científica. El “broche de oro” que cierra esta guerra es el Horror de Hiroshima y Nagasaki. Las bombas atómicas, producto del notable avance tecnológico, caen arrasando y masacrando la población de estas ciudades. Aquello marca un hito para ver hasta donde es capaz de llegar el desarrollo de la tecnología, pero también, a lo que este es capaz de hacer si perdemos el sentido que ella tiene: el progreso de la humanidad. Por ello, una vez más, el progreso queda en cuestión, ya no es para el bien de la humanidad sino para su destrucción.

Somos capaces de producir destrucción a gran escala, lo que nos hace ver un panorama oscuro y desolador, cuando de avance tecnológico se trata. Rorty, habla, que hoy en día, no existe ninguna proyección convincente sobre un posible incremento en la igualdad humana.[7] Pero también, que somos capaces de sobreponernos ante estos y cambiar esta situación. Así ocurrió en Europa que “se recuperó de la Segunda Guerra Mundial, gracias a las esperanzas que los vencedores compartían con los vencidos[8].

Aún es posible que estas desigualdades desaparezcan. Nuestros sueños y esperanzas dan gran parte de este posible cambio. Aún no todo esta perdido mientras estos sueños de libertad, igualdad y fraternidad se mantengan para que todas estas desigualdades lleguen a su fin.

Hace sentido esto, cuando Rorty, habla de que nuestras esperanzas; en que esta situación de desigualdad, pueda verse superada; cambiar el rumbo de este desarrollo, para los que hoy no tienen aquel acceso, puedan, no solo tenerlo, sino que hacer uso, de estos avances tecnológicos, junto con toda la comunidad global.

Estas esperanzas son inseparables de nuestras creencias y valores, de que, “los seres humanos pueden cooperar como para determinar su propio futuro”[9]. Por ello si llevamos estos ideales de justicia, en nuestro quehacer, por lograr una sociedad, donde cada individuo, tenga lo que necesita para su desarrollo, y por ello, para toda la sociedad.

Tarea nuestra es mantener estos sueños y valores para nuestros hijos en los cuales mantener distante la brecha de la desigualdad, debe ser lo que los impulse a construir una sociedad, de la cual, serán herederos:

“Albergar esta esperanza significa aferrarse a la posibilidad más importante que ocurrió en la historia humana: la creciente convicción de que nada se interpone en el camino de la fraternidad humana salvo nuestra propia falta de voluntad para hacer lo necesario para lograrlo”.[10]

Somos responsables de construir el futuro. Y este, según nuestras esperanzas y valores, tiene un horizonte hacia la igualdad, Y este futuro, como hemos dicho, tiene una sentido en la integración de todos los seres humanos. Cuando las tecnologías no han sido capaces de lograr este desarrollo humano, del cual hablamos; nosotros hemos de tomar este desafío en nuestras propias manos y hacer de estas una herramienta verdadera de inclusión, de integración entre todos los seres humanos:

“…la esperanza de que llegue el día en que todos y cada uno de nuestros descendientes sea un ciudadano orgulloso y feliz de una comunidad global en la que ningún chico tenga que sentir una envidia innecesaria por el alimento, la ropa o la posibilidad de estudiar de otro”[11].

Hemos de buscar las formas de encontrar los puntos que nos unen como seres humanos, y en ello ver que las carencias de unos son nuestras carencias también. En muchas instancias lo han intentado, pero aún hoy, este desafío queda abierto y aquello nos invita a trabajar arduamente en conseguir nuestras metas de igualdad.

Para una Sociedad, verdaderamente Globalizada, las necesidades de los más desprovistos en recursos, debieran ser también las necesidades, que nos impulsen a trabajar, para que un día los sueños de igualdad, de fraternidad y libertad, no lo sean, sino esto sea una tarea cumplida. Mientras tanto debemos hacer nuestro el proyecto de que, “tarde o temprano todos los niños tengan iguales oportunidades en la vida”.[12]

BIBLIOGRAFÍA.

· RORTY, Richard; La odisea del siglo que viene; en El Clarín.com http://www.clarin.com/suplementos/zona/1999/03/07/i-00801e.htm; Edición Domingo 07.03.1999 (12 de junio, 2008)

· BAUMAN, Zigmunt; La Globalización: Consecuencias Humanas; Fondo de Cultura Económica; México; 1999.
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[1] Estudiante de Lic. en Trabajo Social; Universidad Alberto Hurtado. Curso: Claves del Pensamiento Filosófico; Prof. Patricio Mena. Fecha 24 de Junio de 2008
[2] RORTY, Richard; La odisea del siglo que viene; en El Clarín.com http://www.clarin.com/suplementos/zona/1999/03/07/i-00801e.htm; Edición Domingo 07.03.1999 (12 de junio, 2008)
[3] Ibíd.
[4] BAUMAN, Zigmunt; La Globalización: Consecuencias Humanas; Fondo de Cultura Económica; México; 1999. Pág. 28
[5] RORTY, Richard, op cit.
[6] BAUMAN, Zigmunt, op. Cit., Pág. 9
[7] RORTY, Richard Op. Cit
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] Ibíd.